En redes sociales hay muchos retos que animan a los usuarios a correr ciertos riesgos y compartir las imágenes es tan habitual que los menores están muy familiarizados con ellos.
Se trata de contenidos fugaces y audiovisuales. Fomentan un tipo de entretenimiento al que solo se le exige que haga pasar un buen rato. Esto favorece una actitud generalmente acrítica que lleva consigo el desconocimiento de su significado o de sus consecuencias.
Plataformas como TikTok son particularmente fértiles para estos contenidos. Y sus patrones de consumo tampoco ayudan a la reflexión: los contenidos se presentan de forma muy breve y dinámica, resultado de un algoritmo bien entrenado.
Cuando se trata de retos virales, los menores prestan poca atención al contexto del contenido que van a replicar y a difundir. Es habitual escucharles opinar que “solo se trata de un juego” que se realiza en grupo y que incorporan a sus actividades de ocio. Así lo comprobó una investigación entre adolescentes de 11 a 17 años en España.
En este contexto, lo peligroso es sinónimo de vistoso e impactante. Los menores tienden a relativizar el riesgo a favor del espectáculo y la viralidad. Asimismo, el peligro aporta al reto un plus de superación al proponer e innovar con ideas más osadas que potenciarán la participación.