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La tragedia anunciada sepultó a Alausí

Hubo alerta, pero no acción. El cantón Alausí, en Chimborazo, venía anunciando desde hace meses, a través de las grietas que se dibujaban en su suelo desde diciembre pasado, lo que podría pasar. Incluso, tal era la magnitud de la falla geológica, que tras el deslizamiento de 247 hectáreas de tierra y vegetación en la localidad, en febrero pasado, se declaró en alerta amarilla el cantón. Días más tarde, en estado de emergencia, tras el aparatoso accidente que sufrió un vehículo en la vía E35 Riobamba-Alausí-Azogues-Cuenca, a causa de las grietas que dañaron la carretera.

Una declaratoria de emergencia que quedó solo en papeles porque el barrio Nueva Alausí, una de las siete localidades que estaban advertidas del inminente peligro por la falla geológica, y que desde diciembre pasado era evaluada por técnicos del Municipio de Alausí y personal del Servicio de Gestión de Riesgos, quedó sepultado la noche de ayer.

Los habitantes del cantón afirman que realizaron plantones, protestas, marchas y tomas de la carretera para que se tomaran medidas en Alausí, pero, al parecer, nadie las escuchó. La montaña se les vino abajo, sepultando alrededor de 50 viviendas con familias enteras en su interior. Hasta las 18:00, del 27 de marzo, autoridades reportaron la muerte de siete personas, 23 heridas y otras 46 desaparecidas.

En el lugar, a más del llanto y la angustia, los habitantes se muestran impotentes. Pues señalan que ni las condolencias dadas por las autoridades devolverán la vida a los fallecidos que se registran hasta el momento y de los cuales solo seis han sido identificados. Preliminarmente, hasta la tarde de ayer, se hablaba de que los muertos ascenderían a una veintena.

La emergencia reunió al Comité de Operaciones y Emergencias (COE) Cantonal, convocado por el gobernador Iván Vinueza. En la mesa técnica se determinaron 72 horas para que la búsqueda continúe solo con la fuerza humana y técnica de los organismos de socorro. Luego de este tiempo, se autorizará la entrada de maquinaria al lugar.

“Lastimosamente, no recibimos oídos a tiempo. Desde meses atrás pedíamos ayuda. Los estudios recién fueron entregados los primeros días de marzo”, lamentó Eduardo Llerena, habitante del cantón Alausí.

Criterio con el que coincide Carlos Vallejo Zurita, habitante del cantón: “Como alauseño, estoy bastante preocupado. Las autoridades cantonales hicieron un llamado a las autoridades provinciales y nacionales, que hicieron caso omiso, para ahora estar en esta tragedia. Perdimos grandes amigos y coterráneos”, reclama Zurita, mientras intenta no romper en llanto al recordar a sus amigos que todavía -dice- están enterrados. “Los amigos de la familia Yáñez son siete. Mi gran amigo Vidal Ruiz y su familia; y Wacho Molina con su mamá y suegro. Muchos han perdido la vida”, reniega amargamente Zurita en el lugar.

La emergencia ha convertido las calles de Alausí en puntos de información, hasta donde llegan familias, amigos y conocidos de los habitantes que han quedado sepultados para conocer de su estado de salud y paradero. La suma de desaparecidos ha aumentado con el transcurrir de las horas. También llegan ciudadanos de localidades vecinas a ayudar a los habitantes que se han podido salvar y sacan, de a poco, las pocas pertenencias que les dejó el deslizamiento de tierra por el único camino de ingreso que queda en la cabecera provincial. El tránsito también ha colapsado, debido a que las carreteras han quedado sepultadas y la única que queda es angosta, y los vehículos ceden el paso a los peatones que transitan.

El tiempo transcurre en medio de la emergencia y las historias empiezan a dar cuenta de la gravedad del deslizamiento que lleva a los habitantes de los sectores aledaños a dejar sus pertenencias y evacuar. María Coro, lavandera, es una de ellas. Vivía en el barrio El Calvario, cercano a donde se dio la tragedia. “Nos dicen que evacuemos. No tengo a nadie aquí. Mi hija vive en Chunchi. Me voy para allá, para precautelar la vida de mis hijas. Viendo lo que pasó ayer, mejor me voy”, expresa muy acongojada; en el sitio se queda su casa y sus animales de pastoreo. Es todo lo que poseía, lamenta.

Otra parte de la población busca refugio en casas de familiares y lugares que, ante la emergencia, fungen de refugio. Por ejemplo, en la iglesia del cantón se encuentra la familia Zuña. Su casa también quedó atrapada entre los escombros. “Anoche salimos y mi abuelita no quería, ya se quedó, pero algo me hizo regresar para convencerla, cuando caminábamos por los rieles hacia el refugio se oyó el derrumbe”, relata la joven, que no puede continuar el relato de lo que sucedió sin que su rostro se desencaje hasta romper en llanto. Se detiene, toma bocanadas de aire para continuar contando lo que sucedió, pero no lo logra, su cuerpo tiembla y no puede mantenerse en pie. Recibió asistencia de los paramédicos.

Las historias son constantes y se repiten en el lugar, al que hasta la tarde de ayer, el presidente Guillermo Lasso no pudo llegar por las condiciones climáticas y la espesa neblina que imposibilitó su arribo.

Muchos temen que el cantón quede en el olvido. “Ya no tenemos carretera, la vía es pésima, no pueden ingresar productos, peor sacar; la gente se va, qué va a pasar, esto es tragedia nacional”, señala Manuel Palacios.

Otra de las preocupaciones es el agua potable, comienza a escasear y se necesita manguera de cuatro pulgadas. En diferentes puntos de Riobamba, Alausí, Chunchi, Quito y Guayaquil se han abierto puntos de donación de vituallas para los damnificados que superan los 500.

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