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¿Por qué crece el número de jovenes sicarios en Ecuador?

Con la vigencia del Código Orgánico Integral Penal, en 2014, se endurecieron de facto las sanciones contra los niños y adolescentes que cometen delitos. En paralelo, desde hace cerca de seis años, el perfil delictivo cambió entre los jóvenes. Aumentaron los casos de homicidios intencionales. Un sicario juvenil narra su historia.

No dirá su nombre de pila, ese con el que fue inscrito. Lo dejó atrás antes de cumplir los 14 años. A esa edad usó por primera vez un arma. Ahora, a punto de cumplir los 16, las cuatro vidas que truncó rondan en su cabeza como fantasmas que despiertan ciertas noches.

Las voces le recuerdan que escogió “el camino del que no se vuelve”. Cuando se cansa de escucharlas, les ahoga con bazuco. Es base de cocaína, que se fuma. Es tan adictiva que engancha desde la primera vez.

Ayuda a olvidar el frío, el hambre, la soledad, el miedo, la angustia. El abandono del padre borracho y el maltrato de la madre agobiada por tener que alimentar sola a cuatro hijos.

Él es el menor, el que escogió el camino de la calle, el que dispara por un fajo de dólares y también ha ayudado a secuestrar por plata. El que no encontró un sitio en la sociedad, esa que ahora le señala con el dedo acusador.

“Del primero uno no se olvida nunca, madrecita. No se sabe cuándo será el próximo ‘encargo’, pero si uno deja de hacer esto le ‘pelan’, porque ya le quedaron conociendo. Ahora la cosa es simple, matar para vivir”.

Su voz transmite cansancio. Cansancio de vivir al filo de la muerte. Si hubiera podido escoger qué hacer con su vida, habría escogido “trabajar con las manos, que para eso soy bueno, desarmar cosas, ver cómo funcionan, por eso con las armas soy tan hábil y no me fallan”.

En la calle aprendió a correr, a camuflarse, a consumir la base y a robar. Con la banda aprendió a usar el arma y su bautizo de fuego fue el primer crimen. La víctima era un enemigo del líder de su grupo.

Ahora se mueve constantemente para evadir a la justicia. Pero a quienes más teme es a los grupos enemigos. Menos suerte que Jota (nombre protegido) tuvieron otros. Sabe de dos conocidos, que eran más o menos de su edad, y cayeron en manos de bandas contrarias. Nunca más volvió a verlos.

En 2021, cinco niños y adolescentes de entre 10 y 14 años fueron detenidos por homicidios intencionales. En 2022, la justicia identificó a dos menores de entre 10 y 14 años por homicidios intencionales. En ese año, aumentó de 81 a 107 el número de adolescentes de 15 a 19 años, detenidos por el mismo delito.

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