El papa Francisco presidió este domingo la misa del Domingo de Ramos, un día después de salir del hospital por una bronquitis.
En la Plaza San Pedro y frente a unos 30,000 fieles, el papa pronunció una homilía en la que defendió a los «abandonados» del mundo.
“Nadie puede ser marginado”; dijo con la voz aún débil durante esta eucaristía que abre la Semana Santa.
La salud del pontífice argentino, de 86 años, generó preocupación después de haber permanecido tres días hospitalizado por dificultades respiratorias.
El papa ingresó en el papamóvil en la inmensa explanada ante cerca de 35.000 personas que asistían a la ceremonia bajo un cielo azul y ventoso.
Con rostro serio y vestido con un abrigo blanco, saludó con la mano a los fieles congregados en la inmensa explanada para la misa que marca el inicio de la Semana Santa.
De pie en el obelisco central de la plaza el papa bendijo primero miles de ramos de olivo y palma, un rito para las creyentes para recordar la entrada de Jesucristo a Jerusalén.