El nivel de inglés de los colegios y escuelas fiscales es malo. Es conocido y lo aseguran sus estudiantes que buscan cursos privados para aprender y practicar.
El Ministerio de Educación no cuenta con datos actualizados sobre el nivel de inglés. La última evaluación oficial se realizó hace ocho años, y mostró que los estudiantes de décimo año apenas alcanzaban los niveles A1 y A2, es decir, conocimientos básicos que solo permiten comprender frases sencillas.
Sin embargo, lo ideal es que un bachiller egrese con un nivel B1, que le permita comunicarse con fluidez e independencia. Esa meta aún está lejos.
Además, los alumnos no reciben libros físicos. Trabajan con manuales digitales que deben descargar por su cuenta. Esta limitación, junto con el número reducido de horas de formación, afecta directamente su aprendizaje.
Desde el gobierno de Guillermo Lasso se mantuvo la carga horaria en tres horas semanales, tanto en educación básica como en bachillerato. Esto provoca también que los docentes, al no tener jornadas exclusivas, impartan otras materias y no se especialicen.
«En la escuela y en el colegio, en el bachillerato, están dando otra asignaturas dentro de otras áreas; lenguaje y comunicación, literatura», dice Andrés Quishpe, de la Unión Nacional de Educadores.
En centros de educación continua, como el del CEC de la Escuela Politécnica Nacional, que acoge a cerca de 8 000 estudiantes de inglés al año, el diagnóstico es claro:
“Tenemos 14 niveles, y la mayoría de estudiantes provenientes de instituciones fiscales se ubican entre los niveles uno y cuatro, mientras que los de instituciones privadas llegan a niveles superiores”, indica Gladys Aldaz, directora de Idiomas del CEC.
Según los expertos, para lograr una enseñanza efectiva del idioma, se necesitarían al menos 10 horas semanales, acompañadas de estrategias metodológicas que incluyan dinámicas, exposiciones y actividades prácticas que promuevan el uso real del inglés.