En El Oro, una de las provincias más productivas de Ecuador, ejercer el periodismo se ha convertido en un acto de valentía. Reporteros locales trabajan en un entorno marcado por amenazas, extorsión y un clima de autocensura, donde informar sobre seguridad o crimen organizado puede costar la vida.
Así lo revela el más reciente informe de la Fundación Periodistas Sin Cadenas, que documenta el testimonio de 11 periodistas de Machala. Sus relatos exponen una realidad alarmante: la violencia se ha naturalizado y las medidas de protección se limitan, muchas veces, a la intuición. Sin respaldo gremial ni institucional, la prensa local se enfrenta en soledad a un contexto dominado por el miedo.
Mientras tanto, El Oro, reconocida por su aporte económico gracias a cultivos de banano, camarón, arroz, cacao y café, atraviesa una profunda crisis de seguridad. El narcotráfico ha infiltrado las rutas comerciales, con decomisos millonarios de droga escondida en cargamentos de exportación. En paralelo, la minería ilegal alimenta redes de contrabando de oro hacia Asia, y la violencia golpea con fuerza a ciudades como Machala, hoy entre las más peligrosas del mundo.
La ubicación estratégica de la provincia —fronteriza con Perú y cercana a zonas de alta conflictividad— ha facilitado el accionar de grupos criminales, quienes se disputan el territorio con sangre y explosivos. Solo entre enero y abril de 2025, se registraron 90 atentados con explosivos, según la Policía Nacional.
El pasado 12 de abril, el presidente Daniel Noboa decretó estado de excepción en El Oro, con el objetivo de contener la violencia. Sin embargo, para los periodistas que arriesgan su vida por informar, la seguridad sigue siendo una promesa pendiente.
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