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Qué dice el canje de presos entre EE.UU. y Venezuela sobre la relación de Trump con Maduro

La noticia pudo sorprender a alguien desprevenido: Estados Unidos y Venezuela, dos gobiernos enfrentados retórica e ideológicamente, canjearon prisioneros este viernes.

El intercambio implica la liberación de 10 estadounidenses detenidos en Venezuela y la repatriación de 252 migrantes venezolanos que EE.UU. deportó a El Salvador este año, informaron autoridades de estos últimos dos países.

El secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, sostuvo que el acuerdo implica además «la liberación de presos políticos venezolanos», sin precisar cuántos.

Pero el canje es también una confirmación de la capacidad de un trato mutuo pragmático que han desarrollado los gobiernos de Donald Trump y Nicolás Maduro, más allá de sus diferencias.

«Éramos enemigos»

Cuando Trump asumió su segundo mandato en enero, muchos esperaban que endureciera las políticas de EE.UU. hacia el gobierno socialista de Venezuela.

Esas expectativas surgían en parte de lo ocurrido en su primer mandato (2017-2021), cuando Trump buscó sin éxito la caída de Maduro mediante su aislamiento diplomático, sanciones y declaraciones sobre una «posible opción militar» para Venezuela.

«Éramos enemigos con Venezuela», dijo el propio Trump en agosto, en plena campaña para volver a la Casa Blanca, y calificó a Maduro de «dictador».

Sin embargo, tras su retorno al poder comenzaron las sorpresas.

Richard Grenell, un enviado de Trump, viajó a Caracas el 31 de enero, se reunió con Maduro y volvió a su país con seis presos estadounidenses liberados por su anfitrión.

Además dijo haber logrado un compromiso de Maduro de recibir en su país a venezolanos deportados por el gobierno de Trump, a cambio del «regalo enorme» que suponía para él la «esperanza de un futuro diferente».

En mayo se supo que Venezuela había liberado a otro estadounidense que tenía en prisión, un veterano de la Fuerza Aérea de su país.

Luego surgieron reportes de negociaciones para un intercambio de detenidos como el que acaba de concretarse este viernes.

El trato llegó a estancarse por discrepancias internas en el gobierno estadounidense, informó el diario The New York Times a comienzos de este mes.

Y precisó que esas diferencias se debían a que Grenell negoció un pacto más atractivo para Caracas que el que buscaba en paralelo el Departamento de Estado, ya que admitía que la petrolera Chevron mantuviera operaciones en Venezuela.

Chevron es una empresa de EE.UU. cuyas operaciones en Venezuela se volvieron una fuente crucial de ingresos para el gobierno de Maduro, pero Washington anunció en mayo que dejaría expirar la licencia para eso.

No está claro por ahora si el acuerdo para el canje de detenidos incluye a Chevron o concesiones de otro tipo.

«Tanto Rubio como republicanos en el Congreso no parecen dispuestos a suavizar las sanciones petroleras u otras al régimen venezolano, mientras que Grenell y quizás incluso el presidente Trump parecen más abiertos a permitir que Chevron saque petróleo de Venezuela», explica Arnson.

Si bien esta analista sospecha que EE.UU. mantendrá una línea dura hacia Venezuela, otros creen que al menos ahora se impuso dentro del gobierno de Trump el ala menos ideológica y más transaccional sobre otra más rígida que incluye a quienes tienen vínculos con las comunidades cubana y venezolana en EE.UU. como Rubio.

Adam Isacson, experto en seguridad y defensa de la Oficina de Washington para América Latina, una organización de derechos humanos conocida por sus siglas en inglés de Wola, señala que en EE.UU. «quienes están dispuestos a hacer un trato con el gobierno venezolano e incluso darle una victoria propagandística ganaron» este viernes.

Entre los gobiernos de Trump y Maduro «no hay amor, pero ciertamente hay menos tensión que durante los años de (el anterior presidente estadounidense) Biden», dice Isacson a BBC Mundo.

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